jueves, 18 de septiembre de 2014

¡Champiñón y Lepista han cumplido un año!

Y para celebrarlo, ¡nada mejor que una tarta de cumpleaños, con sus respectivas velitas!


Parece que fue ayer cuando llegaron a nuestras vidas, tan pequeños e indefensos,  dos bolitas blancas con sus ojitos cerrados, y que cuando por fin los abrieron se encontraron en su hogar, con una familia a la que sin saberlo, le habían robado el corazón.


Muchos biberones después, vacunas, desparasitaciones y chips, tenemos unos “psicópatas” que me asaltan cuando llego a casa, porque no tengo autoridad sobre ellos. Y esa falta de respeto la ha hecho suya nuestra Can de Palleiro, Frida, que a pesar de ser una adulta, se entrega a los juegos de cachorros que inventan los pequeños.


No ha sido nada fácil que el reportaje gráfico quedase más o menos decente. La intención era que se sentasen en su sillita contemplando la tarta, pero no hubo manera, así que con algún truquito que otro hemos conseguido que Luis nos sacase estas estupendas fotos.


A ver cómo conseguimos que vuelvan a no subirse a la mesa J

jueves, 5 de junio de 2014

Hoy en El Comarcal de La Voz de Galicia

La semana pasada tuvimos la suerte de ser entrevistados y fotografiados por Toni Silva y Paco Rodríguez, reporteros de La Voz de Galicia, que han publicado sus trabajos en El Comarcal de La Voz de Galicia. Os agradezco el precioso reportaje, que aquí comparto para los amigos que visitan el blog.
Podéis verlo pinchando el enlace anterior.





viernes, 18 de octubre de 2013

El cumplemeses de Champiñón y Lepista

Antes de nada quiero agradecer a todos mis amigos y personas conocidas o desconocidas que se han interesado por Champiñón y Lepista. También a aquéllos que se han ofrecido para adoptarlos, y siento mucho tener que haberos dicho que no, pero los perritos ya pertenecen a la familia.
Aquí las fotos de la evolución desde los 7 días de vida hasta el mes, que han cumplido el pasado día 12 y que han celebrado comiéndose un cupcake especialmente hecho para ellos por Irea. Tuve que pararlos porque se lo comían todo y el glaseado de azúcar no es muy conveniente! (es que sólo estaban pensados para la foto)
Irea y Lepista con 10 días... Bostezouuuuaaaaa
Champiñón 10 y 15 días

12-12-12 y 17 días

A los 12 días, Lepista pesa 850 gramos, ha engordado 375 gramos en 6 días.
10-12-20 días

La primera comida sólida a los 26 días
 Y cumplido un mes, Lepista pesa 2,175 kg. ¡GUAU!


Champiñón con 1 mes, Lepista a los 10 días y los dos cumplemeseros comiéndose su cupcake

Un mes, ya no cabe en la mano!
¡Gracias por haber llegado a nuestra vida, queridos Príncipes de los Repollos!

viernes, 20 de septiembre de 2013

Fui a por setas y encontré un Champiñón y una Lepista

Hace un par de días, al llegar a casa del trabajo, decidí ir hasta un prado cercano para ver si había salido alguna seta después de las pocas gotas caídas los días anteriores. Es un lugar no explotado por los seteros, donde tengo mi “vivero particular” de champiñones y Lepista Nuda, por lo que me vais a permitir que no desvele su emplazamiento.
Empezaba a chispear y estuve pensando si ir o no, pero ya me había cambiado los zapatos y cogido el cesto y el cuchillo, y además Frida y Xiana ya estaban entusiasmadas con el paseo, así que allá me fui.
Para llegar al prado tengo que pasar por un camino amplio entre dos bosquecillos, lo recorrí y me di un paseo por el lugar en el que habitualmente crecen las setas. Dando una vuelta vi que de momento, la tierra estaba muy seca, con lo que no había ni asomo de champiñones ni lepistas.
El día se iba convirtiendo en noche y al volver al camino, cerca ya de la carretera, oí un ruido inusual. Miré hacia los árboles intentando localizar un mochuelo, ya que el ruido era parecido al que emite esta ave nocturna, una especie de “maaau-maaau”. (Pincha para oírlo)
Como no vi el pájaro por ningún sitio, intenté localizar mejor el origen del sonido, que seguía oyendo, simplemente por curiosidad. Así pensé que podía ser un gato que estuviese en las zarzas que bordean el camino. Miré y remiré pero tampoco vi nada, así que, aguzando el oído, detecté que el ruido provenía de más abajo, del suelo.
Allí vi una seta cuesco de lobo, que cuando están maduras explotan para diseminar las esporas. Entonces pensé: aunque nunca haya oído algo así, es posible que la seta, al inflarse haga un ruido extraño. Sé que suena un poco extraño, pero llegado este punto, yo ya no sabía qué pensar…
Con las orejas bien abiertas, busqué todavía más el origen de aquel extraño sonido, y detecté que provenía de la tierra, un poquito más a la izquierda del cuesco de lobo. Cogí un palito y escarbé un poco, esperando que saliera cualquier cosa, un lagarto, un bicho o quizás encontrarme con la madriguera de algún animal como un raposo o yo qué sé…
Entonces, cuando ya había apartado algo de tierra, vi que algo rebullía, como cuando un topo sube. Seguí escarbando y apareció: ¡UN HOCIQUITO y UNOS OJITOS cerrados!
Tiré el palito y empecé a escarbar con las manos, hasta que saqué un cachorrito de perro y debajo de él otro más… Estaban muy fríos, llenos de tierra, pero ¡VIVOS!





No os podéis imaginar la emoción que sentí en aquel momento, una mezcla de confusión, dolor, alegría e indignación.
Cogí los perritos, los metí en el cesto y me fui corriendo para casa, llorando a moco tendido y gritando a los cuatro vientos todos los improperios que me salieron por la boca, y que no puedo transcribir por motivos obvios.  
Al llegar al portal de la finca, no sabía ni dónde había metido la llave, y cuando por fin fui capaz de abrir y llegué a casa, gritando todas aquellas maldiciones, Luis salió muy preocupado por ver qué me había pasado. Yo estaba tan nerviosa que no podía parar de llorar. Le expliqué cómo había sucedido todo y entonces pensé que a lo mejor no había mirado bien y todavía había más, así que me volví a marchar, y cuando revisé bien vi que la indignidad humana no se había superado y sólo eran dos los enterrados.
Los limpiamos un poco y lo primero que hicimos fue meterlos en una cajita con una lámpara de calor, de las que uso para criar los pájaros. Supongo que no llevaban mucho tiempo bajo tierra, porque hubieran muerto por hipotermia o por asfixia.

Toda esta historia me ha hecho reflexionar en dos direcciones:

La primera, ¿existe el destino? ¿Por qué aquel día justamente decidí ir a ver si habían nacido las setas? Todavía no lo había hecho en todo lo que va de mes… ¿Por qué no oí nada cuando pasé la primera vez por el camino? ¿Por qué me llamaron para que los rescatara de una muerte segura? Me siento la elegida, y aunque pueda parecer que voy a tener dos perros más, creo que en realidad, son ellos los que van a tener una persona. Champiñón y Lepista, dueños de Maricel.

La segunda, ¿sigue el hombre siendo primitivo en el S XXI? ¿Cómo es capaz de enterrar vivos a dos cachorros indefensos y al mismo tiempo preocuparse de que la mascota virtual de su hijo no se quede sin comida? En estos tiempos de globalización, exceso de información y tecnología punta, entiendo que cualquier propietario de perros tiene acceso a la castración, a los métodos anticonceptivos, o al aborto, llegado el caso. Y si no, entregar los perrillos en un refugio o poner un anuncio en las múltiples páginas de Internet hubiera sido la mejor  opción. Cualquier cosa antes que cometer esta indignidad, que espero que cargue sobre la conciencia del ser inhumano que lo ha hecho y que le impida dormir de aquí a la eternidad.





Pero nosotros, en Moruxo, felices con los nuevos habitantes, sintiéndonos rejuvenecer otra vez, poniendo el despertado a las 4 de la madrugada para hacerles el biberón, que tienen que comer cada 4 horas. Y así, todavía con sus ojitos cerrados, vamos sintiendo su amor y se nos llena el corazón de gozo.

martes, 20 de agosto de 2013

No sin mi pollito


No sin mi pollito es un nuevo proyecto de Maruxa de Moruxo. La idea es que ningún niño crezca sin la experiencia de convivir con un pollito, cuidarlo, ver cómo cambia y se hace una hermosa gallinita o un fuerte gallito. Siempre pequeño, porque los pollitos son de raza mini, para que puedan vivir mucho tiempo en la cajita que forma parte del kit.
El kit se compone de:
una cajita-casita para el pollito, con su nombre
una camita limpia de virutas
el comedero y bebedero para que esté bien alimentado
un mini pollito
comida y viruta para un par de meses
Y además, cuando ya no lo puedas atender, puedes enviarlo de nuevo a Moruxo, sin coste adicional, donde podrás venir a visitarlo siempre que quieras.
El precio del kit de No sin mi pollito es de 25 €. 
 


 

 

miércoles, 16 de enero de 2013

Trosky (Capítulo II)


Tras un par de semanas, Trosky ladró y ya supimos que era un perro normal, un poco feíto, pero para nosotros nuestro mejor primer perro!.
Pasado el verano, volvimos al piso de Coruña, y Trosky enseguida se adaptó. Sus cuatro paseos diarios por el parque le permitían seguir con su agenda habitual y conocer a otros perritos del barrio. También nos permitieron conocer a otra gente que paseaba a sus animales por el mismo sitio, y ver lo especial que resulta que cuando llegas a un grupo de dueños de perros, ¡el saludado sea el perro y no tú! 
En fin, que Trosky nunca hizo muy buenas migas con ninguno de ellos, suponemos que por su edad ya no era juguetón, y si se le acercaba alguno con ganas de fiesta, lo único que hacía era gruñirles. En cuanto ya consideraba que el paseo era suficiente, daba unos ladridos como diciendo: Venga, vámonos para casa, y allá que nos íbamos, con sus orejas bien tiesas y esos andares de chulito.
Lo que más le gustaba era echarse a dormir en la alfombra del salón, en un ángulo del sofá, así que le pusimos una pequeña alfombrita encima... Pero en cuanto cogió confianza, dio "el salto" y se acomodó directamente en el sofá. 
Continuará...

3 de abril de 2005 ¡Siesta!

11 de diciembre de 2005 ¡Más siesta! con Irea y Mingo

Trosky (Capítulo I)

Esta es la historia de Trosky, nuestro primer perrito, que llegó a nosotros con el año 2000 y nos dejó 10 años después, el 22 de diciembre de 2010. Con este pequeño recuerdo quiero agradecerle todo lo que nos dio, cariño, fidelidad, alegría y también algo de trabajo ;o).

Tengo un primo que por aquellos años regentaba un Mesón en Miño, y durante el verano se le acoplaron dos perrillos callejeros. Constantemente intentaba echarlos, pero los clientes les daban de comer a hurtadillas, con lo que los perros rondaban las mesas.
Uno de ellos, un mestizo de pequinés, de color marrón y pelo largo. El otro, al que bautizó como Ramón, era probablemente familiar de chihuahua pero bien alimentado.
El problema para mi primo era que la gente creía que los perros eran suyos pero que no los alimentaba, por lo que incluso una pareja de extranjeros llegaron a volver al día siguiente para traerles de comer. 
Harto de la situación, los metió en el coche y se fue a la zona de la playa, y en un momento en el que vio que había bastante gente paseando, los bajó y los dejó por allí, para que algún alma caritativa los recogiese. Fue a hacer unos recados, y cuando volvió al local, ¡los perros ya habían llegado!
Nosotros íbamos enterándonos de estas aventuras cada vez que íbamos a visitarlos, y veíamos aquellos perros tan feos y sucios.
Un día nos contó que los había vuelto a llevar a otro sitio, a unos 10 kilómetros de distancia, porque representaban un grave problema para él. Evidentemente, tendría que haber actuado de otro modo, llamando al ayuntamiento para que los recogieran, pero por suerte para nosotros, no fue así. El caso es que pasados unos cuantos días, el pequinés no volvió, pero Ramón sí lo hizo, y por allí seguía, con el pelo esblancuxado y sucio...
Entonces, Luis dijo: ¿no queríais un perro? ¿por qué no nos lo llevamos? y yo lo miré y dije: ¡pero si é máis feo que o demo!
¿Y qué importa la belleza cuando un perrillo te mira con esos ojos que parece que se le van a salir?
Total, que lo metimos en el maletero y nos lo llevamos para Moruxo. 
Como Ramón no parecía un nombre muy adecuado, decidimos bautizarlo de nuevo. ¿Cómo lo vamos a llamar? Yo dije: todos los perros de antes se llamaban Laika o Trosky, y siendo chico, a éste le toca Trosky. Y quedó bautizado.
Lo dejamos suelto por la finca, con las niñas siguiéndolo a todas partes. El perro no decía ni guau, por lo que pensamos que tenía algún problema. Además, no hacía sus necesidades dentro de los ¡2000 metros cuadrados de finca! así que lo teníamos que sacar de paseo para que hiciera sus cosas. De eso dedujimos que era un perro urbano, que había vivido en un piso y asociaba la correa y el paseo con el pis.
Al día siguiente lo bañamos y lo llevamos al veterinario. Nos dijeron que debía tener unos 4 años y muy buena salud.
Continuará...
Su primera Navidad en casa